El Tratado para los Ciegos y el «Milagro de Marrakech»

by Digital Rights LAC on julio 17, 2013

Belchior_Magrani

Tras años de negociaciones, el proceso diplomático para la aprobación del Tratado que prevé excepciones y limitaciones al derecho de autor para las personas con discapacidad visual ha llegado al fin. El Tratado de Marrakech es un fuerte ejemplo de la relación entre los derechos de autor y los derechos humanos, incorporada en un instrumento jurídico internacional que trata de equilibrar la propiedad intelectual y el acceso a la cultura, a la información y al conocimiento.

Por Pedro Belchior y Eduardo Magrani, Centro de Tecnología e Sociedad.

Después de un largo proceso diplomático, fue posible establecer un Tratado eficaz, que establece excepciones y limitaciones al derecho de autor para el beneficio de los discapacitados visuales.

La Conferencia Diplomática de la Organización Mundial de Propiedad Intelectual – que se realizó en Marrakech en las últimas dos semanas de junio – fue un ejemplo de las negociaciones importantes y de la posibilidad de derrotar el poder ejercido por los Estados Unidos y la Unión Europea.

Tras una clásica batalla entre el hemisferio norte y el hemisferio sur, los resultados del Tratado beneficiarán a más de 314 millones de personas con discapacidades visuales significativas en el mundo, según la Organización Mundial de la Salud, puesto que sólo el 5% de todos los libros publicados anualmente en el mundo están disponibles en formatos accesibles para las personas con discapacidad visual.

De hecho, tal como se esperaba, no fue posible aprobar un Tratado completo. Pero al final, dicho Tratado nunca sería posible en un proceso diplomático bastante abierto, como hemos sido testigos.

Sin embargo, los intereses de los representantes de la industria del copyright – capitaneado por organizaciones como la Motion Picture Association – fueron mitigados en nombre de los discapacitados visuales. De todos modos, no predominó el intento de defender el actual modelo de negocios basado en la posesión exclusiva de los derechos de autor y en la comercialización de obras de su titularidad con todos aquellos que tengan intención de hacer uso de ellas.

El gran temor designado por los representantes de las corporaciones fue la sola posibilidad de que el Tratado representaría un primer paso hacia el cambio del sistema de derechos de autor que estaba apoyando sus operaciones de negocios actuales. En realidad, eso es lo que está sucediendo después de su adopción y es uno de sus principales objetivos.

Los intereses de la industria fueron defendidos rígidamente por la Unión Europea y los Estados Unidos, que a lo largo de las negociaciones adoptaron en gran parte posiciones inflexibles fundamentadas incluso por el miedo irracional de la apropiación indebida de las obras adaptadas por personas que no poseen impedimentos visuales.

En el otro lado del conflicto, tenemos los discapacitados visuales, que no pueden adaptar obras para que sean accesibles porque la mayoría de las leyes nacionales de derechos de autor se lo prohíbe expresamente. Instituciones como la Organización Mundial de Ciegos y las organizaciones regionales de los ciegos, que luchan por este Tratado desde el año 2004 en la OMPI, recibieron el apoyo de la mayoría de los países del hemisferio sur.

Sin duda, el principal interés de los discapacitados visuales era crear una excepción expresa al derecho de autor para transformar obras textuales, sin la necesidad de solicitar autorización ni costear cantidades exorbitantes de dinero, y tener acceso fácil y completo a las obras, igualando a los demás ciudadanos.

Los países de América Latina tuvieron una contribución fundamental a esta conquista. Ellos contribuyeron directamente a la aprobación no sólo de un simple Tratado, sino de un Tratado bueno y eficaz en la práctica. Brasil, Costa Rica, Ecuador, México y Paraguay, entre otros, han tenido un desempeño rígido y sin fallos delante de las presiones de Estados Unidos y la Unión Europea. La posición pública de estos países fue, en gran medida, adecuada e intensa, alineada con los intereses de la sociedad civil y de las personas con discapacidad visual. Además, Perú ha sido designado como facilitador en un momento crítico de las negociaciones y también fue coronado como uno de los grandes héroes del Tratado para los discapacitados visuales.

El Tratado fue considerado por los grupos de la sociedad civil y por los ciegos como «El milagro de Marrakech» y realmente nos ha traído razones para celebrar.

Inicialmente, es un tratado aprobado por la OMPI, que cubre y reconoce, además de los aspectos comerciales comunes de la propiedad intelectual, algunos de los derechos humanos básicos, como el acceso a la información, a la cultura y al conocimiento.

El Tratado también es histórico, puesto que ha sido considerado el primer instrumento internacional elaborado por la OMPI, que establece excepciones y limitaciones al derecho de autor, lo que ya es en sí mismo una victoria.

Del mismo modo, la construcción de este Tratado es parte de la estrategia de construcción para permitir el diseño y la aprobación, al principio, de un tratado que crea excepciones de derecho de autor para los discapacitados visuales, preparando el escenario para futuras discusiones. Por lo tanto, tras estos avances recientes, se prevé ahora el preparo de otro Tratado que crea excepciones para bibliotecas y archivos, y más adelante un tercer tratado que crea excepciones para fines educativos.

Después de todo, los derechos de los discapacitados visuales han sido reconocidos y ahora están expresamente previstos en otro instrumento internacional. No se puede decir que esta fue la última medida para poner fin a las desigualdades percibidas a nivel internacional y especialmente en los países en desarrollo, pero sin duda fue un paso esencial para la reducción significativa de las disparidades.

Sin embargo, debemos criticar el hecho de que se llevaron a cabo muchos acuerdos y negociaciones a puerta cerrada, prohibiendo la sociedad civil de seguir a fondo todas las discusiones y posiciones. Puede que esto haya permitido algún impedimento eventual manejable en el momento.

Finalmente, después de años de debates en Ginebra, además de dos semanas de intensas conversaciones y el contacto diario con los negociadores, delegados, ministros, miembros de la sociedad civil, académicos y especialmente los discapacitados visuales, la victoria parece ser extremadamente merecida.

Personas únicas han dedicado todos sus esfuerzos para alcanzar el mejor texto posible y sólo alguien completamente ajeno al debate sería capaz de decir que el Tratado podría ser mucho mejor. Fue una victoria histórica, que debe ser honrada con la inmediata ratificación por los países hasta que lleguen a las 20 ratificaciones necesarias para que el Tratado entre en vigor. Además, la continuación de una agenda positiva en los debates de la OMPI debe mantenerse en el programa.

Por fin, en un análisis frío y simple, se trató de una aparente oposición entre los dos tipos de derechos: los derechos privados de los titulares de derechos de autor – la mayoría de ellos ni siquiera son los autores de las obras – para evitar que las obras bajo su control que se utilizarán en cualquier forma sin pago, y los derechos humanos de las los discapacitados visuales a tener acceso a la información, la cultura, el conocimiento y la educación para que puedan sostenerse a sí mismos como personas dignas. Después de todo, ¿cuál debe prevalecer?

Eduardo Magrani and Pedro Belchior, researchers at Centro de Tecnología y Sociedad (CTS)
E-mail: eduardomagrani (at) gmail.com; pedrobelchiorcosta (at) gmail.com