El día que dijimos basta

by Digital Rights LAC on marzo 1, 2014

El día que dijimos basta - CC BY (Alan Cleaver) 2.0 OK

Una vez más, activistas y ciudadanos de todo el mundo nos unimos para defender nuestros derechos ante el poder de los gobiernos y sus ataques a la privacidad. ¿Podremos lograrlo?

Por Atilio Grimani

El 2013 fue un año en el que todos nos vimos confrontados con la idea de estar siendo espiados. Una idea nueva, para algunos. Negación: este tipo de cosas les pasa a quienes tienen algo que ocultar, a espías, a personajes públicos, políticos, terroristas, criminales, etc. Hasta hace algunas décadas atrás esto es lo que nos mostraban en las películas y libros; el ciudadano común estaba a salvo. Luego eso empezó a cambiar. De la mano de libros como “1984” o “A brave new world” y de varias películas que tomaban esos argumentos, se comenzó a introducir la idea en nuestras mentes: efectivamente, alguien te está espiando. Por supuesto, la mayoría pensó que esto era simple paranoia. ¿Quién podría estar interesado en saber los más mínimos detalles de nuestras vidas? ¿Por qué razón gobiernos y empresas invertirían extensos recursos en saber qué café me gusta, qué música escucho o qué libros leo?

Pero en 2013 el espionaje de las masas por parte de entidades todopoderosas dejó las páginas de la ficción y se instaló de las hojas de los principales diarios del mundo. Edward Snowden había acabado con las suspicacias. El Gobierno de los Estados Unidos, principalmente, y otros países aliados, nos espían sistemáticamente con la complicidad de empresas informáticas. Es un hecho. Todo lo que hacemos en Internet genera información y esa información es cotejada, analizada y utilizada para diversos fines.

La seguridad nacional es el caballo de batalla: la bandera en la que se envuelven los gobiernos para justificar sus actos de intrusión. Pero el argumento ya no tiene la potencia que tuvo en días pasados porque, de manera creciente, el mundo se está dando cuenta que lo que está en juego es la privacidad, el estado de derecho y la democracia misma.

El 11 de febrero pasado fue un lunes. Podría haber sido un martes. Podría haber sido un día más, pero no lo fue. No lo fue porque una vez más, alrededor del mundo, distintas organizaciones civiles, propietarios de páginas web (más de 6000 en todo el mundo) y público en general se unieron para exigirles a los gobiernos e instituciones de todo el mundo que prohíban la vigilancia de sus ciudadanos. Se unieron para respaldar los 13 principios internacionales sobre la aplicación de los derechos humanos a la vigilancia de las comunicaciones, que establecen las obligaciones para con los derechos humanos que todos los gobiernos deben tener a la hora de realizar la vigilancia de sus ciudadanos.

En el aniversario de la muerte de Aaron Swartz, el pedido de millones de personas se escuchó en todo el mundo y de distintas maneras. Desde la presentación de un amparo para saber cómo funciona el órgano encargado de controlar las acciones de inteligencia en Argentina, hasta murales en las calles de Bogotá. Se publicaron videos de concientización sobre la vigilancia masiva (uno más) y se realizaron manifestaciones en distintos países. La noticia fue levantada por medios de todo el mundo, se viralizó en las redes sociales y fue comentada en los blogs y páginas web de distintas organizaciones internacionales.

El reclamo no es nuevo. Distintos organismos internacionales han declarado su preocupación respecto de los programas de vigilancia y la forma en la que estos afectan la libertad de expresión, de pensamiento y la privacidad. Han instado a rever la legislación pertinente para establecer límites correctos a las actividades de vigilancia sobre las comunicaciones privadas, requiriendo que estas sean necesarias y proporcionadas y en consonancia con los derechos humanos y los principios de derecho internacional.

Lo que queda claro es que este reclamo no es el primero ni será el último. Sin embargo, su efectividad a la hora de lograr el objetivo queda aún por verse. ¿Cuál será la reacción de los gobiernos? ¿Lograremos cambiar políticas de estado que se encuentran arraigadas en lo más profundo de las instituciones de inteligencia? ¿Qué debemos hacer para recobrar el control sobre nuestra vida privada? Sabemos que ellos están oyendo, pero ¿escuchan realmente lo que les estamos diciendo?