La movilización en línea contra Jair Bolsonaro, Julien Blanc y la cultura de la violación

by Digital Rights LAC on febrero 26, 2015

protesto

Las distintas movilizaciones contra el conocido odio y pre concepto en la actuación de Jair Bolsonaro abrieron sano espacio para la reflexión sobre los límites de la libertad de expresión.

Por Michael Freitas Mohallem*

En marzo de 2014 el mundo se sorprendió con los resultados de la investigación “Tolerancia social a la violencia contra las mujeres”  del Instituto de Pesquisa Econômica Aplicada (IPEA) que indicaba que Brasil es un país que tolera la violencia contra la mujer. Más del 65% de los hombres estaban de acuerdo que «mujeres que usan ropas que muestran el cuerpo merecen ser atacadas”. Los resultados provocaron fuerte reacción en las redes sociales y miles de mujeres dejaron que la imagen de su desnudez transmitiera el mensaje de que “no merecemos ser violadas”.

La campaña en línea iniciada por la periodista Nana Queiroz en su perfil en el facebook, tuvo 40 mil adhesiones y fue seguida de la revisión de la encuesta por parte del IPEA. A pesar de haber sido constatado un error en la tabulación de los resultados y de haberse publicado una conclusión menos evidente, el nuevo dato de que 1 en cada 4 brasileños es tolerante al abuso contra mujer no disminuyó el sentimiento de que ese aun es un trazo obscuro de gran parte de los hombres en el país.

Lo que podría ser un momento aislado de protagonismo feminista se viene manteniendo como un sentimiento vivo y activo en las redes sociales. Una de las características de las manifestaciones es su objetividad: el fin de la cultura de la violación depende de un cambio cultural a un nivel más profundo y, por lo tanto, puede llevar más tiempo; pero lo que se quiere por medio de las recientes acciones en línea son resultados inmediatos, capaces de señalizar el cambio del grado de tolerancia con declaraciones misóginas y a veces criminales.

Fue lo que se vio en noviembre pasado, cuando un grupo lanzó una petición en línea  pidiendo que el gobierno brasileño denegara el pedido de visa de entrada a su país al extranjero Julien Blanc. El “Don Juan” vendía charlas sobre cómo convertirse en un conquistador, pero sus videos disponibles en internet revolvían el estómago por la forma humillante como se trataba a las mujeres. Blanc habla con la cámara, se ríe, usa la fuerza física para abusar de las mujeres, como si ellas también fuesen espectadoras de su acción. Lo que ellas piensan poco le importaba. Son objetos de su “business”.

La campaña conmovió a miles de personas, llamó la atención de la prensa y provocó a la Secretaría de Políticas para la Mujer (SPM) a posicionarse públicamente sobre el tema. En lugar de simplemente condenar la acción de Blanc, la SPM refrendó el pedido y pasó a presionar al Ministerio de Relaciones Exteriores (MRE) para que Blanc no entrara a Brasil. En sólo 4 días la petición alcanzó 350 mil suscriptores que celebraron la confirmación por el MRE de que en Brasil, Blanc no tendría la oportunidad de propagar la violencia contra mujeres. En virtud de la intensa reacción en línea, su visa será denegada.

En el tercero y más reciente episodio, el diputado Jair Bolsonaro volvió a ofender a la también diputada Maria do Rosário en el plenario de la Cámara. Él le dijo: «sólo no te violo porque no lo mereces”. Las palabras de Bolsonaro, a pesar de no ser nuevas, esta vez provocaron las reacciones de hombres y mujeres que no toleran la cultura del aborto. La repulsa a la idea de que la violación es una posibilidad que sólo depende del gusto del agresor motivó a miles de personas a iniciar discusiones sobre el acto.

Cristian, un miembro de la comunidad de Avaaz, inició una petición en línea pidiendo la casación del mandato de Bolsonaro por herir el decoro parlamentario. En pocos días la campaña ganó el apoyo de 250 mil personas y motivó protestas  frente al Congreso Nacional. La viceprocuradora general de la República, Ella Wiecko pidió que el Supremo Tribunal Federal juzgue a Bolsonaro por incitación al delito de violación. Diputados de distintos partidos también se manifestaron por la casación y el Consejo de Ética de la Cámara podrá ser nuevamente provocado en la legislatura siguiente. Una vez más la fuerza e intensidad de lo que ocurre en las redes sociales parece dar seguridad y respaldo para que las instituciones sigan firmes en la dirección de lo que antes no sería posible ver concretizado.

Las distintas movilizaciones contra el conocido odio y pre-concepto en la actuación de Jair Bolsonaro abrieron un sano espacio para la reflexión sobre los límites de la libertad de expresión. Y nuevamente nos encontramos ante un conocido limitador de ese derecho que se confunde con los principios de la democracia: el discurso del odio no recibe la amplia protección que debemos dar a todas las demás formas de expresión de las ideas. El diputado sintetiza una paradoja del sistema representativo proporcional. Al mismo tiempo que es el diputado más votado del Estado de Rio de Janeiro, representa una ideología largamente minoritaria en el Estado y en Brasil.

En el caso de Bolsonaro hay que notar que se trata de estrategia política de radicalización del discurso conservador para la construcción del personaje bizarro que quiere encarnar. Figuras públicas que hacen fama con extravagancias o peor, con ataques a otros grupos de la sociedad, deben recibir cuidadoso escrutinio público para que se sepa quién es el hombre o mujer por detrás del personaje.

La presión contra Bolsonaro viene funcionando. De las redes a los tribunales, las personas parecen determinadas a cambiar de una vez por todas la manera como encaramos los delitos contra las mujeres. La promesa de Avaaz es que, al llegar a los 500 mil miembros, organizará un gran acto de entrega de las firmas en Brasilia. Puede ser otro gran momento de la lucha contra la cultura del abuso y de la violencia silenciosa contra la mujer.

Jair Bolsonaro y Julien Blanc no representan nuevas ideas. Son figuras que crecen y se alimentan de la noción aun amplia de que las mujeres se deben subyugar. La novedad está en la manera de las actuales campañas. En cada una de esas manifestaciones colectivas, lo que se nota es el sentimiento de que la tolerancia a la violencia contra la mujer denigre muchos más que los pocos que la defienden. Tal vez el fin de sus trayectorias públicas no signifique el fin de la cultura de opresión a la mujer, pero serán victorias prometedoras para el poder de las acciones en línea y la invitación a su multiplicación.

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*Michael Freitas Mohallem es profesor de la FGV Derecho Rio y Director de Campañas de Avaaz en Brasil.