Argentina: El sistema de votación en debate
by Digital Rights LAC on junio 12, 2015
En un año electoral, el intento de implementar un sistema de voto electrónico en la capital argentina pone nuevamente en discusión la conveniencia de usar computadoras para una elección, muchas veces sin advertir los riesgos que esto encierra.
Por Javier Smaldone*
En Salta (sexta provincia argentina en superficie y octava en población) durante los últimos 7 años ha avanzado la implementación de un sistema de votación electrónica desarrollado por una empresa privada. En las últimas elecciones primarias provinciales, y luego en las generales, la totalidad de los salteños ha emitido su sufragio mediante este sistema.
En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), capital de la Argentina, en enero de 2015 se adjudicó a la empresa desarrolladora del sistema salteño la contratación del mismo para ser utilizado en las elecciones primarias, generales y en un posible ballottage. La realización de elecciones primarias en varias provincias durante el mes de abril tuvo consecuencias en este sentido.
En Salta el oficialismo destacaba las ventajas del sistema utilizado y la oposición denunciaba irregularidades producto de fallas en el mismo. En Santa Fe —que utiliza el sistema de «boleta única» de papel—, ante una pésima realización del escrutinio provisorio que luego fue salvada por un escrutinio definitivo correctamente ejecutado, se alzaban las voces pidiendo la implementación del voto electrónico.
En Mendoza —que usa el tradicional sistema de boletas partidarias— la gran cantidad de partidos resultaba en una proliferación de boletas y en varias voces reclamando un cambio en igual sentido. En la CABA, sin embargo, se volvía a utilizar el sistema de boletas partidarias ante la imposibilidad de realizar una capacitación adecuada de la ciudadanía para usar el sistema electrónico. Así, una buena parte de la Argentina se debate entre tres sistemas: la boleta partidaria (una boleta por cada partido), la boleta única (una grilla en papel, donde el votante tiene que marcar cruces) y el voto electrónico.
En el último caso, la variante usada en Salta y a usar en la CABA ha sido denominada por su propietario, la empresa MSA, «boleta única electrónica» (en un claro intento de emparentarlo con el sistema de boleta única de papel, luego de que el nombre «voto electrónico» empezara a perder prestigio). El sistema de MSA consiste básicamente de una computadora mediante la cual el votante compone su voto seleccionando los candidatos de las distintas categorías. Luego, la máquina imprime en una boleta previamente entregada por la autoridad de la mesa, el voto emitido y graba los mismos datos en un chip de identificación por radiofrecuencia (RFID) ubicado en el interior del papel. Esta boleta es depositada en la urna y posteriormente el escrutinio se realiza leyendo el contenido de los chips en la misma computadora, pudiendo verificar visualmente que se corresponde con lo impreso en la boleta.
Este sistema electrónico resulta mucho más robusto que otros, como el usado en Brasil —en el cual los votos son «almacenados» digitalmente en misma computadora mediante la cual el votante expresa su voluntad—, respecto de la dificultad de alterar el resultado modificando votos. Por esta razón, varias organizaciones no gubernamentales dedicadas a la defensa de los derechos ciudadanos han visto con buenos ojos la propuesta de utilizarlo en la CABA —uno de los distritos electorales más importantes del país— y evalúan la posibilidad de luego extender su uso a las elecciones nacionales.
Para aquellos distritos en donde se usa el sistema tradicional de una boleta por cada partido, las ventajas de la «boleta única electrónica» resultan a priori interesantes: se eliminan problemas como el robo de boletas, el reemplazo de boletas legítimas por boletas apócrifas, el robo de sobres para realizar el llamado «voto cadena», entre otros. En cambio, en los lugares en donde ya se utiliza la boleta única convencional (de papel), como las provincias de Córdoba y Santa Fe, dichas ventajas no son novedosas: este mecanismo ya elimina esos vicios, sin necesidad de incorporar tecnología informática en el proceso de emisión del voto.
Una comparación justa del sistema de voto electrónico propuesto debería ser, por lo tanto, no con el sistema de boleta partidaria, sino con el de boleta única. Al hacerlo, la única ventaja del primero que persiste es una mayor velocidad en el escrutinio provisorio (el realizado al finalizar la votación, y antes de que la Justicia lleve a cabo el escrutinio definitivo, que es el resultado legalmente válido).
¿Y qué hay de las desventajas? Para quien no tiene conocimientos técnicos de informática, resulta difícil apreciar los problemas y peligros que introduce —en general— el uso de computadoras en la votación y —en particular— el sistema de la empresa MSA. Un sistema informático es un elemento completamente oscuro para el ciudadano común. Éste solamente puede apreciar las repuestas del sistema a través de la interfaz provista para la interacción humana, pero nada puede saber sobre qué otras cosas hace o permite hacer a terceros (ya sea de forma deliberada o inadvertida).
En el caso concreto del sistema usado en Salta, por ejemplo, la mayoría de la gente se sorprende al enterarse de que el chip incorporado en la boleta de papel puede ser leído con un celular, e incluso —utilizando equipamiento específico— a una distancia de algunos metros. El vídeo de 2006 que muestra el experimento que llevó a los Países Bajos a abandonar el voto electrónico —que muestra a un grupo de hackers determinando, a una distancia de 25 metros, a quién se estaba votando en la computadora— suele dejar boquiabierta a la mayoría de las personas.
Ante estos cuestionamientos, la respuesta oficial (de las empresas y gobiernos que propician el voto electrónico) siempre se basa en la realización de supuestas auditorías, que desterrarían todas las dudas sobre la confiabilidad del sistema particular en cuestión. Pero nunca aparecen: no se publican ni el procedimiento detallado de esas auditorías, ni sus resultados. Y aún si se publicaran, para la inmensa mayoría de la población no significaría más que jerga: la palabra de una elite con determinados conocimientos técnicos, que tuvo acceso a los mecanismos internos del sistema mediante el cual se pretende que todos emitan su voto.
Esta es la cuestión de fondo del fallo de la Corte Constitucional de Alemania en 2009: el ciudadano debe poder controlar todos los pasos esenciales de la elección sin tener conocimientos técnicos especiales. Y «controlar todos los pasos esenciales», también incluye la preservación del secreto. Aún si el sistema resulta lo suficientemente confiable como para garantizar que el resultado de la elección no puede ser alterado, de nada sirve si no ofrece una garantía clara de secreto para el votante. De no hacerlo, bastaría la presión a un ciudadano vulnerable para poder torcer su voluntad electoral. Nuevamente, el sistema no sólo debe tener esta cualidad, sino que debe ser evidente para cualquier persona (como lo es que nadie puede saber qué cruces marca en una boleta de papel).
La tecnología nunca es neutral: puede usarse con distintos fines, para mejor o para peor. La masificación del uso de celulares con cámaras requirió su prohibición al votar con el sistema de boleta única de papel, al descubrirse que los punteros políticos entregaban un celular al votante y luego le pagaban al devolverlo este con una fotografía de la boleta con las marcas correspondientes.
Con la incorporación de un chip RFID en la boleta el votante ya no necesita tomar una fotografía (situación que puede ser observada por las autoridades, ya que está apenas protegido por un pequeño tabique), sino que puede llevar el celular del puntero oculto entre sus ropas y simplemente acercar la boleta para que este la lea. Y este es sólo un ejemplo, ya que la introducción de elementos informáticos siempre conlleva la aparición de nuevos riesgos para nada evidentes.
El proceso electoral debe estar, tanto como sea posible, en manos de los ciudadanos. No puede depender de la confianza de estos en la palabra de un Gobierno, ni de un partido, ni mucho menos de una empresa privada. La tecnología informática ha avanzado sensiblemente, pero no tanto como para brindar las garantías requeridas para su uso en una elección republicana.
Mientras tanto, en la Argentina el debate sigue abierto.
*Javier Smaldone – Programador y administrador de redes y sistemas informáticos. Activista por el software y la cultura libre – @mis2centavos